Κυριακή 22 Φεβρουαρίου 2009

UN BREVE INVENTARIO

QUÉ TE IMPIDE PENSAR
UN BREVE INVENTARIO
Por Esteban Schmidt




El noticiero matutino, la resaca, el miedo a la muerte, la vida sana, la necesidad imperiosa por encajar, la desesperación por acumular, el hambre de gloria: siguen las firmas en el listado de los obturadores de pensamiento.

Ese mapa digital de la Argentina sobre el que presentan el pronóstico en la televisión me impide pensar. Lo veo en el 32 pulgadas del Piacere donde desayuno, veo las palabras Viedma, Santa Rosa, Mar del Plata, curvadas sobre el dibujo, las nubes de mentira, y el cerebro se me pone triste y después se me pone en blanco. Pongo café en la taza, pongo leche en la taza de café, echo azúcar al café con leche y parece que puedo por un minuto remontar desde la nada meteorológica en que me metieron, el pensamiento cero en escala, pero cambian el mapa por imágenes de video tomadas con el teléfono celular de una televidente llamada Aurora y nos vamos a un incendio en Brandsen y en ese momento las neuronas se suicidan de a una y después de a diez, es el hundimiento del Belgrano, duelo nacional en mi vida. Hay que levantarse pronto de la mesa si uno quiere dejar obra porque la tele impide pensar; digan lo que digan es un mantra excepcional y alienante que clava en posiciones fijas el culo y la mente. Pensar, citemos a Fogwill, es que no te hagan la lista del supermercado, y a un pobre argentino que desayuna frente a algo tan terrible como TN mudo, le tacklean la soberanía intelectual en cinco minutos.


Otrosidigo, la resaca, por dios, impide pensar. La lengua áspera de gato, la cabeza pesada como un volquete, esos días que rogás que el cielo esté gris y que el aire esté pantanoso para que el cerebro blando se integre al ambiente desparramándose como puré de manzana, no se puede pensar. Y parecido a la resaca, esa tristeza que no sabés de dónde viene, que no podés ni pensar por qué estás triste y pasás todo un día a pérdida y te metés en la cama con la cabeza apagada. Todo un puto pozo negro que debe tener que ver con la muerte, con el sexo y con tu infancia. Algo que viste o que pensaste te sacó del andarivel, no lo pudiste controlar y quedaste hecho bolsa con las persianas bajas. ¿Y estar vivo es así de choto?

Ciudadanos
El miedo a la muerte te impide pensar, ¡ah, no! Con un cáncer jodido, ¿no te hacés una escapadita a lo del padre Mario? Lo presentás en familia como un paseíto a San Pedro, qué sé yo, y, uy, te desvías porque querés comprar miel que hace tan bien, que la fabrica un directivo de FLACSO, que te contó una gente del Club de Amigos, y vas, y ay, conozcamos. Y cuando estás sano y sos libre de miedo, pensás tu alimentación, seis porciones de brócoli por semana y pensás mucho en tus recursos y bastante antes de estar enfermo agarrás esos laburos preventivos, dos meses en una productora de televisión a tirar ideas. La mitad de tu agenda se organiza agarrado de las bolas por un enorme por las dudas.

Esto se ha dicho muchas veces y ni siquiera sé si es cierto, pero bueh, ahí va: lo que impide pensar a fondo es la necesidad imperiosa por encajar. Uno quiere ser libre y artista, y hombre y mujer y ciudadano y conchudadana, y decir lo que piensa y siente, y por otro side, quiere tener fuerza, necesita ser mirado, confirmado, estimado, valorado, aceptado, quiere ser vago uno, además, quiere estar tranqui uno, tener guita, tener plasma, tener cosas cómodas y cosas de valor, tener licuadoras actualizadas, esas grises que venden en Geo, que son como industriales o bélicas, y no ya las ingenuas máquinas blancas para mezclar bananas con semillas de lino, que hacen tan bien como la miel. Uno no quiere sufrir, no la quiere complicar. Te conformás con ser un ratón, un ratón copado, un ratatotuille, --pensás mucho en cocina, sabés dónde se consigue ciboulette--, o un Speedy González, un inmigrante exitoso pero no mucho más.

Quién no va a entender la desesperación que te agarra por tener cosas. Todos nos hemos criado con cuentos de pobreza, hasta los que son ricos tienen historias así para contar, hay pocos ricos de cinco generaciones de ricos, más bien acá hay ricos recientes, aun los que ya llevan cincuenta años de socios de Tenis Club Argentino y le dieron su apellido a algunos pueblos de La Pampa, tienen un abuelo que apenas si comía pan con aceite y te lo cuentan, los hijos de puta. Querés tener cosas, entonces, querés ir a fiestas buenas, querés tener mesas ratonas lindas, que entres al living y vos misma, mamá, te digas, mirá qué mesa ratona tengo. Eso hay que armarlo. Entre tener una aspiración y alcanzarla, la zancada no es olímpica pero no es gratis, requiere sus sacrificios y en muchos casos sus simulaciones. Ahí es donde parás de pensar todo lo que podés pensar sobre la vida de los hombres, sus deseos y sus censuras, para pensar en función de la comodidad más prosaica.

Por eso, tantos, y tan desesperadamente, piensan en política en la Argentina, cualquier ratón fue radical, del PI, del Frepaso, del Proceso, porque la política acá define principalmente el tipo de cambio y eso nos acerca o nos aleja de Buzios que es donde muchos estaríamos destinados a vivir sino fuera que ahora, momentáneamente, tenemos que estar esquivando los pijazos de los laburos malos en esta ciudad húmeda como una galería de nichos, agradecidos incluso porque hace cuatros años estábamos esquivando los pijazos de las cuasimonedas, resultado de nuestras echadas al sol en Joao Fernándes que además nos arrugaron prematuramente la piel. Acá no hay garantías de nada. La política te mete en una montaña rusa y por eso importa a tanta gente. Los extranjeros siempre se sorprenden.

Con todo, yo me jacto de haber pensado en esas circunstancias, en todas esas paradas del raro calvario argentino. Yo pensé mucho en Chez Michou, la panquequería al aire libre ubicada en Rua Das Pedras 90, en Buzios, crepería le dicen los tipos, y pensé ahí sentado, hasta que se largó a llover una tarde. No fueron pensamientos profundos. Se me habrá venido la idea de ser periodista, dios, los cálculos que tendría que hacer para entrar a Página/12, que era lo que estaba más de onda, pero sin pasar por un boludo más que quería entrar a Página/12. Haber querido ser periodista cuando todos querían ser periodistas fue un pensamiento, por ser modesto, retardado. Un millón de tipos en los años noventa se meten de lleno en el negocio de los medios, ¿y vos también querés ser periodista? Fue un no-pensamiento porque no estar en los medios era igual a mendigar en el desierto, en mi limitada reflexión. Por esa razón te disculpás, porque no fue pensar/pensar, fue pensar/calcular para asomar la cabeza. Lo hicimos para que nos vean, para que nos acepten, nos quieran e incluso nos perdonen en casa por no haber sido ingenieros o médicos que requería más sacrificio y estudio.

Y jamás pensé tanto y tan profundamente como echado en la hamaca colgada de la varanda, como se dice allá, el balcón al mar, de la pousada del suizo, en Canoa Quebrada, un entrenador de esquí en los Alpes, que terminó cavando pozos negros en el estado de Ceará para su pousada hecha a mano, muy bien apoyado por su esposa brasuca, una mulata con un diente de oro, tetas al viento all day long y la altura de un cacto mediano. Pensó el desierto el suizo y pensó en no ser suizo nunca más. Admirable, quién pudiera decir no quiero ser suizo, si te dan a elegir. Y uno seguía pensando mal, aunque creía que pensaba a fondo porque se había llevado libros y miraba el océano. Nos interrogamos moralmente con la cabeza argentina: ¿de qué huirá este suizo?

Inevitable
Es que el hambre de gloria te impide pensar, aunque sea la gloria módica de acá, para tener cosas o para asomar la cabeza y no pasar por pobre o loser, así como así. Y para infiltrarte en la gloria hay que ser un zorro en el desierto y pensás tácticas todo el tiempo. Y arriba, cuando ya estás en el Cerro de la Gloria sacándote la foto con Nicolino, dicen que te volvés tarado, como una consecuencia natural de que ya está, descansemos, y empezás a guardarte las reflexiones más podridas que tenés. Vejez y boludez no van siempre juntos pero cierto formato de vejez puede impedirte pensar, el reblandecimiento, el circo de las trayectorias, podés llegar a decirle Gabo a García Márquez, ¡increíble!, o recibir una medalla al mérito, si te va mal, en la escuela donde hiciste el secundario, y están quienes entre los sesenta y los ochenta años, se dedican a relatar una y otra vez lo que hicieron entre los veinte y los cuarenta. La mitad de la agenda ocupada en la salud, en las tareas preventivas, la otra mitad dedicada a la memoria de sábados circulares. Falta, pero estemos listos porque el futuro puede venir con más y mejores repeticiones.

Porque pensar, piensa cualquier ratón. Y las trampas con queso le marcan la cancha, el instinto piensa muy rápido pero piensa mal. Pero ponele una situación ideal para ratones, año 1438 antes que se inventaran las trampas, ponele Mainz, casas de mierda, de piedra, qué sé yo, ahí se revela la cuestión de la calidad del pensamiento, los ratones piensan la supervivencia, seamos ratones, y comen basura, loco, queso en un día bueno, y andan en hilera, soldaditos de su olfato, de si mismos. Y capaz Johanes Gutenberg está adentro de la casa, tirado, quién sabe, revolcado y libre y pirado en un pajar haciendo la digestión, y pensando la imprenta. Y no es lo mismo.

En nuestras camas, en nuestras hamacas, en las colchonetas del Centro Ananda, todos pensamos alguna vez la imprenta pero hay que bancarselá. Porque, ¿mirá si te sale pensar en contra del consenso? Puede ser una locura carísima, donde el problema más grande va a ser con quienes sean tus amigos y favorecedores, tal vez con tu familia. Porque como te manejes con los tipos que te quieran cagar y la capacidad que desarrolles para pasarlos por alto es importante, pero nada como sortear los microcosmos torturantes sociales o familiares. Tenés que ser muy fuerte, muy rebelde. No ser complaciente con lo que se espera de vos, que pienses como piensan, o que pienses como pensabas. Uno a veces tiene amigos y empieza a percibir que estos amigos son bastante pelotudos y que no conformes con ser bastante pelotudos te quieren hacer la aduana moral, que en el nombre secreto de lo que saben de vos, te leen el catecismo oficial, te dan su misa en latín. Tenés que ser agradecido pueden psicopáticamente soltarte de la nada y por mail, (hay que borrar los mails porque no amarillean), y te volvés a la cama y decís qué hijo de puta, qué ignorante, y estás hablando de tu amigo. Entonces good bye. Hay que aprender a separarse también de los amigos de toda la vida, a veces no podemos seguir creciendo juntos. Simplemente. Porque impiden pensar.

Y el sexo, dios, y especialmente la virgen, las posibilidades de que dos nenas de quinto año, lindas y putitas, de un metro setenta me paren en la calle y me conversen mientras lamen de dos torpedos de Frigor de frutilla y se inviten a darse una ducha en mi casa y me garchen sobre unas sábanas de cuatrocientos hilos con sus culitos perfectos y limpios, son bajísimas, son nulas ya, y conforme pase el tiempo va a ser más y más improbable, sorry a mi mismo, pero es así. El pack de forwards de tus gónadas empujando, ¡ push!, y los comentaristas que dicen en la tele la clave está en los forwards y hay que saber manejar las posiciones fijas en el rugby moderno y qué macho no quiere ser campeón del mundo de los deportes bien de hombres. Ah, pero cuánto tiempo de cabeza insumen estas cosas, ese motorcito porno fabricando pensamiento improductivo. Y los que escuchan Pet Shop Boys lo mismo, remember Oyarbide en Tribunales, mirando papeles aburridos una mañana, ¡folios!, y de pronto se acuerda de Tomás, ponele Tomás, el pibe vestido de gladiador romano que usaba casco y todo, y que lo agarra --en el video que pasó Grondona-- de la manito a Norberto como si lo fuera a subir a la calesita, y el juez once y media de un lunes hervía porque no se le iba el poster de Tomás de la cabeza, y Tommy de 24 años entrenó con el Tigre Sosa, cien kilos de sangre y músculo, abdominales duros como un edificio y a las doce pensó el juez, basta, pero dijo el juez: me voy a un allanamiento, Alicia. El tipo no pudo pensar, no pudo ver la foto grande, esos salones estaban prohibidos y vos eras la ley, papá. Los celos impiden pensar y en celo no se puede pensar. Perdés soberanía como loco, las Malvinas dejan de ser argentinas, te estaquean a los soldados, te torpedean los lanchones salvavidas. Estás desnudo y muy probablemente solo.

Y después está lo que no se puede pensar. Todos pensamos al menos una vez que Cristina es un personaje monstruoso ¿y qué hacés con eso? Porque no es que se te ocurrió o que repetís como un loro lo que escuchaste en la radio, lo pensaste en serio, con la soberanía de tu lista del supermercado. Viste al personaje, lo escuchaste y pensaste algo así como qué terrible, sentiste lástima por ella, viste algo muy, muy fallado ahí, y pasaste a negarlo, obvio (negar lo obvio), porque nadie quiere arruinar la paz pública de tal manera. Y no vas a poder evitar nada, además. Querés que lo que tenga que pasar, pase pronto, como se dice en los hospitales en voz baja y con culpa. Y sin darnos cuenta. Lo que queremos todos, morir durmiendo.